Al principio, la cosa era una curiosidad para unos pocos. Los vecinos de Alphonce Herpin conocían la historia desde hacía tiempo, y la tomaban como algo que formaban parte de sus vidas de manera natural. Iban a visitarlo de vez en cuando y hablaban con el. Alphonse siempre tenía tiempo, en rigor de verdad, le sobraba. Porque nunca había dormido. En los primeros años de la década de los ´40 llegaron, atraídos por el rumor, los primeros médicos.
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